Paula llamó a la segunda puerta del pasillo, le volvieron a abrir con timidez. No estaba para bromas, así que le dio bruscamente la bolsa de hielos al muchacho que abrió la puerta y les dijo que dejasen la puerta abierta para que cuando pasase Eduardo le dijeran que estaba en la habitación de al lado, dejaría la tarjeta puesta. Paula entró en la 304 y cerró la puerta, de repente se notó muy cansada. La ventana estaba abierta y por ella entraban los gruñidos de los zombis que se agolpaban en la puerta del colegio, se asomó y vio que eran muchos más de los que creía y todavía seguían llegando desde todas direcciones, tenían alguna fijación especial por este lugar. Les escupió. Bajó la persiana, cerró las ventanas y encendió la luz, miró a la cama, se tumbó y no tardó en quedarse profundamente dormida.