Segundo Intento

Eduardo corrió como nunca antes había hecho en su vida, los gritos de Lucas habían atraído a zombis que habían dado la vuelta al edificio y se acercaban por la pista de baloncesto. Además, la puerta que los separaba de Farmacia había cedido y ahora era un paso abierto para la innumerable cantidad de zombis que había en el otro lado.
Llegó a la puerta superando todos los escalones de un salto, pero había un problema, se había cerrado y sólo se podía abrir desde dentro. Golpeó la puerta con todas sus fuerzas, los zombis se acercaban a un ritmo lento pero constante, en unos segundos los tendría encima.

Por el rabillo del ojo vio como la cortina de los Huevos Fritos estaba ondeando, alguien los había estado observando, quizá no todo estaba perdido.
La puerta se abrió, entró tan rápido como pudo y enseguida la puerta se cerró con fuerza detrás de él. Era Paula, le acababa de salvar la vida.
-¿En qué coño estabais pensando? –preguntó Paula irritada- si hubieseis mirado por las ventanas de la segunda planta, hubieseis visto que Farmacia está plagado de esas cosas.
Se limitó a mirarla mientras retomaba el aliento, por qué coño no se les había ocurrido mirar si aquella trayectoria estaba libre de zombis, ¿tan cegados estaban por la idea de rescatar a Sofía?
Interrumpió sus pensamientos cuando empezaron a oírse los golpes de los zombis en la puerta lateral, no aguantaría mucho y  menos con la cantidad de zombis que se estaban acercando, necesitaban hacer algo y lo necesitaban hacer ya.
Bajaron al bar, subieron unas mesas y con esfuerzo las colocaron de forma que la puerta no pudiese abrirse, al menos aguantaría un poco más.
Paula estuvo sermoneando a Eduardo un buen rato, pero él no la escuchaba estaba pensando en alguna otra forma de llegar a Farmacia, pero no podía salir a la calle ni al patio, no parecía haber ninguna solución posible. De pronto se le vinieron a la cabeza los rumores que circulaban por el Colegio, sobre que la casa del Director estaba conectada con la Facultad de Farmacia, ¿serían ciertos?, bueno, no perdía nada comprobándolo. Ahora sólo le faltaba la forma de entrar en la casa del Director…
En cuanto llegó a la segunda planta le dijo a Paula que debía coger unas cosas de su cuarto y que después se vería con ella en las habitaciones de la tercera planta. Pero no se dirigió a su cuarto, en cuanto estuvo seguro de que Paula no lo podía ver, bajó por las escaleras tan rápido como pudo y entró en los Huevos Fritos.
Lamentablemente, la puerta hacia la casa del Director estaba cerrada, corrió hacia Conserjería y miró las llaves que quedaban. Por desgracia, la llave que necesitaba era una de las que había cogido Lucas antes y ahora resultaba imposible recuperarla. Se fijó en una de las que todavía estaban allí, y casi saltó de alegría, utilizaría el pasillo por el que le llevaban la comida a la familia del Director.
Mientras se dirigía al pasillo cogió de nuevo la pata de la silla de madera que había soltado antes. No le costó entrar en el pasillo, las luces estaban encendidas, y vio que era más largo de lo que pensaba. Cerró la puerta con llave, no quería que Paula lo interrumpiese ahora, y sin bajar la guardia empezó a caminar.
Justo había llegado al medio del pasillo cuando las luces se apagaron todas a la vez con un zumbido sordo. “Joder” pensó, se habían quedado sin electricidad. Sin perder más tiempo, sacó su móvil del bolsillo y encendió la linterna, tenía un 22% de batería, esperaba que le bastase para ir y volver con Sofía.
Llegó a una bifurcación, por un lado una escalera subía hasta la casa del Director, y por otro, una puerta que tenía un cartel bastante gastado en el que se leía “FARMACIA”. Dio gracias por que los rumores eran ciertos.
La puerta no estaba cerrada con llave, así que empezó a abrirla con cuidado. Apenas se había abierto unos centímetros cuando se quedó atascada, las bisagras llevaban años sin usarse y se habían oxidado. Sin pensarlo dos veces dio un empujón, la puerta se abrió por completo con la mala suerte de que con el golpe, el cristal de la puerta se rompió, causando un breve estruendo.
Su corazón latía con fuerza, el cristal se había partido en mil pedazos, de pronto, empezó a escuchar cómo alguien bajaba por la escalera. Cuando entró en su campo de visión distinguió una figura inconfundible, el Director.
-Buenas –lo saludó.
Pero no recibió respuesta, y en cuanto la figura bajó un par de escalones más descubrió la razón, aquel ya no era el Director, sino un zombi, que se abalanzó sobre él, quien bateó con fuerza en el aire cerrando los ojos. Sintió como la pata de la silla se partía en la cabeza del Director y este caía muerto definitivamente a los pies de Eduardo.
Oyó que más zombis bajaban por las escaleras, así que atravesó el umbral de la puerta rota y empezó a correr sin mirar atrás…



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