Zapatillas Rojas. La Vida del Chico de Calle Tarfia (1)
Las doce y veinte de la mañana en una soleada pero fría Sevilla, los arboles de la calle Tarfia lucían sus mejores tonos marrones propios de esta época del año y las hojas caídas amortiguaban cada paso como una alfombra natural invitando a las losas demasiado artificiales a desaparecer bajo el embrujo de la naturaleza y la estación que llegaba a su fin.
La brisa suave pero constante no ayudaba a entrar en calor al chico de las zapatillas azules, hasta que la vio a lo lejos...
Él andaba embobado mirando su móvil, había acabado los exámenes el día anterior y ahora, recién despierto, se dirigía a comprar una buena cantidad de bolsas de patatas y chocolates como recompensa al esfuerzo del último mes.
De repente y sin saber porqué un escalofrío le recorrió la espina dorsal e hizo que levantase la cabeza para fijarse en ella...
Al final de esa misma calle una chica iba con paso firme ya que se estaba pelando de frío, maldiciendo a cada paso el no haberse llevado su cómodo y aislante chaquetón. Tenía en las manos unas bolsas de supermercado repletas de comida y demás productos que escaseaban ya en el piso, así que no podía ver los mensajes que llegaban a su móvil, vibrando constantemente en el bolsillo trasero de su pantalón vaquero.
El chico tardó un rato en enfocar la distancia que los separaba, sus ojos adormecidos por la pantalla del móvil distinguieron primero fueron las zapatillas rojas que llevaba la chica que venía de frente hacia él desde el otro lado de la calle. Después logró divisar sus manos cogiendo las dos bolsas llenas hasta rebosar y ese andar rápido. Sin saber porqué, instintivamente aceleró el paso para acortar la distancia entre los dos, que de pronto se le hizo inabarcable.
El encuentro no se hizo esperar, fue como un choque de trenes, cada uno con sus planes, sus metas, sus preocupaciones, sus miedos, su ser.
A penas les separaban unos metros, y ambos sin saber el motivo, ni dejar de mirar fijamente al desconocido que tenían delante, ni rebajar el ritmo de su caminata, sonrieron como tontos enamorados que se veían a escondidas de sus padres en un remoto jardín repleto de luz y vida.
El encuentro no duró más de cinco segundos pero fue suficiente para que ese choque de trenes hiciese estragos la cordura del chico de la calle Tarfia que comprendió entonces que nunca olvidaría aquel andar ligero de las zapatillas rojas...
Aquellos ojos que le miraban desde el infinito pudiendo ver su alma desnuda...
Aquella sonrisa...
Su sonrisa...
Al verla
B

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