La mano enrollada en el dedo
Ayer su nieto recién nacido cogió su dedo índice con su pequeña manita por primera vez y se quedó dormido.
Con esa imagen de la pequeña criatura agarrada a ella se le olvidaron los dolores y el fin que tan cerca estaba, mientras duró ese momento fue la mujer más feliz del mundo entero y una lágrima de alegría recorrió su mejilla. Cuando la familia se fue y volvió el médico no hubo otro tema de conversación más que el recién llegado. Más tarde volvieron los dolores, pero no pudieron con ese cálido sentimiento que provenía desde lo más profundo de su corazón gracias a los cuidados que estaba recibiendo. Esa noche y las que siguieron hasta el trance, durmió con una amplia sonrisa dibujada en su rostro y con el dedo levemente estirado como si su nieto siguiese allí.

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