Ella


             Aquella mañana Sofía se había levantado temprano, tenía clase hasta las doce y después de una hora de descanso, una hora y media de prácticas en el laboratorio con el profesor Sánchez. Era una mañana bastante aburrida, sólo se salvaba porque era viernes y al día siguiente podría descansar todo lo que necesitase.

               En la calle hacía bastante calor para ser tan temprano y eso que todavía no había comenzado la primavera. Sintió un gran escalofrío atravesar su cuerpo nada más entrar en su clase, alguien se había tomado la molestia de encender el aire y parecían ahora estar a diez grados bajo cero. No se había llevado la sudadera del Colegio Mayor, así que pasaría el fin de semana resfriada. “De puta madre” pensó para sí.

               Las clases fueron, como de costumbre, muy aburridas y estuvo a punto de volver al Colegio al final de la primera clase, pero se resistió y aguantó hasta las doce. Después, se fue con sus compañeros a los bancos que había en la planta baja de la Facultad a tomar un aperitivo antes de irse a las prácticas.
               Cuando hubieron acabado de comer, se dirigieron a los laboratorios, estuvieron esperando hasta que diese la una, pero el profesor Sánchez no aparecía por ningún lado, tuvieron que esperar quince minutos hasta que apareciese por la segunda planta. “Una de dos –pensó Sofía- o se ha quedado dormido en su despacho o no se acordaba de que teníamos prácticas”.
               El profesor, ya de por sí paliducho, llevaba la camisa mal puesta y su cara tenía un color enfermizo. Le temblaron las manos al abrir uno de los laboratorios, y se puso delante de la puerta:
               -Apellidos de la A hasta la L, en este laboratorio –tosió fuertemente-. Los demás al primer laboratorio, ahora llegará la profesora Ocete y os dirá lo que tenéis que hacer.
               La chica más pelota de la clase le preguntó al profesor si estaba bien, que respondió  haciendo un gesto con la mano, como diciéndole que no se preocupase. Qué poco aguantaba Sofía a esa tía.
               Las prácticas empezaron como las anteriores, tenían que preparar todo el material, colocarse la bata, los guantes y las gafas. Una vez hecho todo eso, podrían iniciar la práctica que tocase.
               De pronto, el profesor empezó a toser descontroladamente y se desplomó sobre el suelo, la pelota se acercó al profesor, que abrió los ojos en cuanto se había acercado lo suficiente y se abalanzó sobre sus piernas, le llegó a morder en el gemelo antes de que los compañeros la consiguiesen separar del profesor, pero éste se levantó y mordió a uno de ellos.
               Todos a los que el profesor había mordido, se desmayaron a los pocos segundos y al volver en sí, se unieron al profesor en su afán por morder a los demás compañeros, pronto el pánico se apoderó de todos ellos e intentaron salir todos por la puerta. Hubo empujones, pisotones, codazos, todos intentaban salir los primeros del laboratorio.
               Sofía se había visto acorralada por los zombis y no tuvo más remedio que esconderse dentro de un armario del laboratorio, por las rejillas vio como sus compañeros más rezagados se transformaban en zombis.
               Al parecer ninguno se había fijado en ella mientras se escondía en el armario, estaban demasiado centrados en el ruido que hacían sus compañeros al intentar salir del laboratorio. Al cabo de unos minutos, vio su móvil vibrar en su estuche, fue a salir del armario, pero justo iba a poner un pie fuera cuando vio al profesor Sánchez acercarse al lugar donde estaba el móvil, posiblemente había tardado en levantarse del suelo y como estaba un poco sordo, además la puerta del laboratorio se había cerrado, no llegaba a oír los débiles gritos que llegaban de las otras plantas.
               Sofía tenía que llegar al móvil para poder comunicarse con el exterior, pero antes tenía que deshacerse del profesor, no parecía que se moviese demasiado deprisa, así que se le ocurrió una idea estúpida, iba a guiarlo hasta fuera y después cerraría la puerta.
               Y así lo hizo, con mucha tranquilidad y manteniéndose a una distancia prudencial del profesor, lo guío hasta la puerta, la abrió con cuidado, esperaban que no había nadie en el pasillo por que los gritos desde la plantas inferiores se oían con fuerza, bloqueó la puerta con una mochila y salió al pasillo, se escondió y como había supuesto, el profesor pareció estimularse al oír los gritos y se aproximó a las ventanas, Sofía aprovechó para entrar en el laboratorio y cerrar la puerta, con la mala suerte de que hizo bastante ruido y entonces el profesor desvió su mirada de la ventana, se acercó a la puerta del laboratorio y no separó su cara del cristal de la puerta, siguiendo con la mirada muerta a Sofía, que por fin conseguía tener el móvil en su poder. En cuanto miró la pantalla vio que tenía dos llamadas pérdidas de Eduardo, en seguida lo llamó y en cuanto contestó, no pudo resistirse más y rompió a llorar.

Todo esto era demasiado para ella.

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