Paula
Paula se dirigió enfadada al hall tras su
conversación con Lucas y Eduardo, sabía que Eduardo era cabezota, pro no
pensaba que se fuera a dejar llevar por una persona como Lucas, ¡Por Dios, que mal me cae ese tío! se
dijo a sí misma. En el hall, no quedaba ningún colegial, una vez terminada la
barricada se habían marchado todos a la tercera planta del edificio, todos
querían estar lejos del posible punto de incursión de los
zombis.
Subió rápidamente por la escalera, nadie se
atrevía a subir en el ascensor, por si este se quedaba parado antes de terminar
el trayecto; en cuanto llegó a la tercera planta notó que el ambiente estaba
bastante tenso, casi todas las puertas estaban cerradas y las que estaban
abiertas se encontraban vacías y de ellas habían sacado todo lo que pudiese ser
utilizado para defenderse de los zombis.
No oía ningún ruido en el pasillo, solo algún
rumor de cuando en cuando, pero que era callado rápidamente. Tras una
inspección rápida por las habitaciones abiertas, no pudo conseguir ningún arma
para defenderse si se tuviese que dar el caso, por dentro rezaba para que no
fuese así.
Llamó a la habitación en la que se oían más
ruidos. No tardaron en abrirle de forma tímida, “al parecer creen que esos también llaman a la puerta” pensó al ver
que todos los que estaban dentro de la habitación estaban en posición
defensiva, con todo tipo de artefactos en sus manos. “Tranquilos, por ahora soy solo yo” dijo Paula en tono sarcástico. Todos se relajaron, vio que uno
de ellos se sentó y se llevó la mano al tobillo.
-¿Qué te pasa?
-Se ha doblado el tobillo mientras hacíamos la
barricada –respondió uno de ellos- pero nadie se atreve a bajar a la cocina a
por hielos, además Larreina dice que tiene fiebre y que se encuentra mal.
Paula miro en rededor, todos habían agachado la
cabeza, el chaval del tobillo doblado le lanzaba una mirada suplicante. Larreina,
el subdirector de la planta, estaba tumbado en la cama superior de la litera y
tenía muy mal aspecto.
-Bajaré yo –respondió mientras se giraba y salía
de la habitación- total, prefiero moverme a que me mate aquí la impaciencia y
la claustrofobia.
Se marchó de la habitación aún más enfadada de lo
que estaba, era verdad que los momentos de incertidumbre sacaban lo peor de las
personas.
Entró en la cocina y se dirigió al congelador, cogió
una bolsa y metió en ella unos cuantos hielos, y se dirigió de nuevo al hall
para subir a la tercera, antes de salir de La Cocina, vio el carrito del hombre
de mantenimiento. Rebuscó en el y se hizo con un destornillador grande,
manejable y letal si se daba la ocasión. “El
arma perfecta para mí" pensó mientras se le dibujaba una sonrisa en la
cara, estaba imaginando que mataba a las personas que peor le caían, “infectadas primero claro”, se dijo a sí
misma.
Un ruido la saco de su ensimismamiento...
Un grito potente que venía de la pista de
fútbol...
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