¡Corre!

Eran las tres de la tarde, el sol se imponía en lo más alto del firmamento. La estampa que asolaba al Colegio Mayor era horrorosa, los zombis habían derribado la puerta de metal y lo único que los separaba del interior eran unos portones de madera y, detrás de ellos, unas  barricadas improvisadas con todo tipo de muebles del comedor y las bibliotecas.
Los supervivientes tras haber construido las barricadas se refugiaban en la tercera planta del edificio, lo más alejados que podían del posible punto de entrada. Las habitaciones estaban a rebosar de gente y sólo algunos curiosos se atrevían a mirar por la ventana, cada vez llegaban más zombis del campus, la puerta no aguantaría mucho más tiempo…

Sin embargo, no todos los colegiales estaban refugiados, Lucas y Eduardo se estaban preparando para salir a buscar y rescatar a Sofía. Ya habían determinado en qué laboratorio se encontraba y cómo iban a llegar hasta allí gracias a Lucas que también estudiaba en la Facultad de Farmacia. Tenían enrollados en los brazos y piernas revistas que habían cogido del Bar, ya que Eduardo lo había visto en alguna película de zombis y a Lucas le pareció buena idea, no creían que nadie fuese a echar en falta unas cuantas revistas. Además, llevaban patas de las sillas de madera que se habían roto mientras hacían la barricada.
Lucas abrió la puerta que daba al jardín cuando recibió luz verde de Eduardo, que miraba a los jardines a través de las ventanas de los Huevos Fritos. Al parecer, ningún zombi había rodeado el edificio para entrar en los jardines, por suerte o por desgracia, estaban todos intentando derribar la puerta frontal. Atravesaron con sigilo pero rápidamente la pista de fútbol sala y se dirigieron a la puerta que separaba al Colegio Mayor de la Facultad de Farmacia.
               -La llave Lucas –dijo Eduardo al comprobar que el candado estaba echado.
Lucas empezó a rebuscar en el bolsillo izquierdo de su pantalón y sacó una llave con una etiqueta en la que se leía: “FARMACIA”. Habían aprovechado la confusión mientras construían la barricada para meterse dentro de conserjería y coger unas cuantas llaves sin que nadie se diese cuenta. Le pasó la llave a Eduardo, quién la introdujo suavemente en el candado y lo abrió.
               -Como hemos dicho –le dijo a Lucas-, no nos separamos e intentamos hacer el mínimo ruido posible…
               Lucas asintió en silencio, sin perder un segundo más, Eduardo empezó a deslizar el pasador lentamente, chirriaba un poco, pero era prácticamente imperceptible. Al cabo de unos pocos segundos el pasador estaba quitado. Eduardo empezó a abrir la puerta, pero se quedó trabada y sólo había espacio para pasar de lado. No podían arriesgarse a forzar la puerta para que se rompiese o hiciese algún crujido que atrajese la atención de los zombis. Lucas le hizo un gesto con la mano, él iría primero.
            Maldita sea su orgullo.
Apenas hubo pasado una pierna por el hueco, un zombi apareció desde el lado que no podían ver, posiblemente atraído por la conversación que habían tenido antes, o por el leve ruido de la puerta. Eduardo no lo sabía a ciencia cierta, e intentó tirar de Lucas hacia atrás, pero le fue imposible, se le había enganchado el pantalón en la puerta y no pudo hacer nada por él cuando el zombi empezó a morderle la clavícula.

De los labios de Lucas sólo salió una palabra entre los gritos que lanzaba al aire: “¡Corre!”.

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