Toma de Contacto

Apenas podía creer lo que tenía delante, era un zombi, de los que aparecen en las novelas de terror y series de televisión, solo les separaba la puerta de metal del Colegio Mayor así que pudo verlo bien. La carne se le caía a pedazos, tenía los ojos inyectados en sangre y una rabia animal parecía haberse apoderado de él. El zombi lanzaba gruñidos ininteligibles mientras intentaba alcanzarle con el brazo, pero Eduardo estaba lo suficientemente lejos para que no lo pudiese tocar.

En cuanto se puso de pie, subió lo más rápido que pudo por las escaleras hasta la primera planta, pegó con fuerza en la puerta de la habitación del medio del pasillo, en cuanto uno de sus compañeros abrió, se dirigió sin mediar palabra al balcón. La escena que vio era alarmante, al zombi se le habían unido unos cuantos zombis más en su lucha por entrar, parecían llegar desde el campus de Reina Mercedes, eran cinco, la puerta aguantaba por el momento.

El terror hacia los zombis se expandió con gran rapidez por todo el Colegio Mayor, la mayoría de los colegiales se refugiaron en grupos en las habitaciones más grandes intentando contactar con sus familias, o los demás compañeros que se hallaban todavía fuera. Los compañeros que se encontraban en Reina Mercedes no contestaban, los demás sí, todo parecía indicar que el foco de la infección estaba en una de las facultades más cercanas.

Eduardo estaba en la habitación con sus amigos más cercanos, miró por la ventana y vio cada vez más y más zombis arremolinándose en el otro lado del muro que rodeaba el Colegio Mayor. Vio caras conocidas, entre ellas había algunos colegiales que no habían corrido su misma suerte y ahora intentaban derribar la puerta para adentrarse en el complejo, pero ya no eran sus compañeros, sino zombis.

La puerta de la habitación se abrió de repente, un muchacho jadeaba, parecía haber ido hasta la habitación corriendo. Era Lucas, el hermano menor de la novia de Eduardo, Sofía. En cuanto hubo recuperado el aire se dirigió a Eduardo y le preguntó:

               -¿No está aquí mi hermana?
               -No –respondió Eduardo tajante-, ¿por qué lo preguntas?
               -Entonces no está en el Colegio –la voz le temblaba notablemente.

La cara de Eduardo perdió todo el color que tenía, sacó rápidamente el móvil del bolsillo y marcó el número de Sofía.

Un tono, dos tonos, tres tonos…

Cuatro… cinco… seis…

Saltó el contestador.

Lo intentó de nuevo, no hubo respuesta.


Un ruido en el exterior lo sacó de su ensimismamiento, los zombis habían derribado la verja de metal, y entraban dentro del recinto del Colegio Mayor, ahora, lo único que había entre los zombis y ellos eran unos grandes portones de madera…

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